This Much I Know to Be True. El reino esperado de Cave, el fantasma de la ausencia y su permanencia con Ellis

 



Hace unos meses supe del estreno de This Much I Know To Be True (Andrew Dominik, 2022), tristemente no llegó a salas cercanas, pero Mubi nos brindó la oportunidad de encontrarlo en su plataforma a partir del viernes 8 de julio. 

Pasé el día escuchando a Nick Cave & The Bad Seeds, desde Henry’s Dream (1992) hasta su más reciente Idiot Prayer (2020). Finalmente llegó la noche para reunirnos en el cine. Me dejó pensando en cada canción y lo que sentí con sus interpretaciones, me llevó a tener una extensa conversación sobre el significado que la música de Cave ha traído con el paso de los años, y me ha conducido a seguir conociéndolo en distintos ámbitos, por ello me animé a compartir esto.

Cave trabajó con Dominik en proyectos anteriores como One More Time With Feeling (2016) y The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford (2007), siendo parte de la banda sonora que compuso junto con Warren Ellis.

Este documental indaga las ideas de Cave y lo que esconde en su sentir. Se muestra creando a través de sus vivencias, poniendo su cotidianidad y su arte a la par; retoma la pureza del dolor, la compasión como parte de la propia comprensión y el significado que trae cada experiencia.

Dicho personaje se ha caracterizado por estar en la literatura y sobre todo en la música, sin embargo, ante la dificultad del encierro y el distanciamiento durante pandemia, las presentaciones en vivo se ven afectadas, por ello, Nick Cave decide retomar una faceta de él y llevarnos al camino de la alfarería.

En este fragmento, nos habla de piezas que retratan la igualdad entre deidades, santos y humanos. Cave ejemplifica esto con una figura que comúnmente es atacada: el diablo. Nos cuenta su nacimiento y crecimiento alrededor del poder, su capacidad de amar y su renuncia para ser un líder, terminando en una decadencia, donde se le perdona por todo lo que hizo, para dejarnos con la impresión de que este ser tendrá un resurgimiento en la otredad.

Estos conceptos no están alejados de las obras de Cave. En su escritura y composición, se ha mostrado ese infinito debate entre el bien, el mal y su dualidad en nosotros, también ha discutido esa posición que adoptamos frente a cualquier deidad, la impresión que tenemos de la muerte, el sentido que hallamos en la vida y el amor que puede habitar en este cúmulo.

En el día a día de Cave, vemos la relación con sus allegados en The Red Hand Files y las respuestas que él da. Nos recuerda que también es un humano haciendo preguntas, pidiendo con plegarias, retirándose de la fe y volviendo a su manera, dudando y permaneciendo. Con todo esto, es capaz de entender al otro y brindar de vez en cuando una respuesta que pueda mostrar esa empatía.

Al hablar de la comunidad de Cave, inmediatamente pensamos en su compañero Warren Ellis. Es bien sabido que han formado una dupla peculiar, desde la integración de Ellis a las malas semillas, haciendo su primera aparición en Murder Ballads (1996). A partir de esto, los hemos escuchado en NC&TBS, en proyectos externos y en el mismo cine, donde han compuesto bandas sonoras como las de Wind River (Taylor Sheridan, 2017) y La panthère des neiges (Marie Amiguet, 2021).


Nuevamente, llevan su música al cine. Mediante la cámara, descubrimos distintos elementos que componen la belleza de Ghosteen (2019), Carnage (2021) y su recreación en vivo. Se acompañan de músicos, una invitada especial, todo un equipo técnico que dirige, una serie amplia de instrumentos, coristas, camarógrafos que aparecen alrededor de las tomas y nuestros personajes principales: Cave, que parece encarnarse en el piano, y Ellis que convierte el violín en una extensión de su brazo.

Ambos nos dan gestos, voces y movimientos propios de cada canción, apropiándose de instantes específicos frente a la cámara o bajo las luces, aunque, cuando los dos entran en el plano, se percibe esa complicidad e intimidad que portan al crear y compartir su arte. Esto es algo que también se encuentra fuera de la música, nos entregan fragmentos desde su individualidad, mientras hablan del llamado error en el proceso que, con el paso de los años, les ha permitido adentrarse a las ideas de cada uno y juntarlas en sus piezas.

Esta puesta en escena se lleva a cabo en una fábrica abandonada de Inglaterra, la cual, da una atmósfera adecuada para reflejar esa melancolía que contienen ambos álbumes. Con un escenario circular, la música, la cámara, las luces y las personas se van integrando, haciendo ver al arte como una creación que le es menester formarse en conjunto. Como espectadores, nos permiten apropiarnos de cada canción y vernos como parte de ese espacio.

Comenzamos con Ghosteen (2019), esta parte nos permite comprender distintos matices en un ser que lamenta una pérdida y se mantiene expectante a la muerte. Navega en una desesperación oculta y disfrazada por la paciencia, convive con un dolor que parece insoportable y señala en repetidas ocasiones ese anhelo de obtener paz, que parece ser alcanzable sólo con un fin. Por otro lado, cuenta historias que confortan, al menos momentáneamente. Se nos recuerda que en algún punto tendremos un reencuentro con esa persona ausente y que es posible vivir acompañado de las memorias y sueños que compartimos alguna vez, terminamos aceptando que podemos seguir amando aun cuando este dolor persiste. Con esto, tenemos respuestas como Ghosteen Speaks, que revela la esperanza de ser escuchados, nos insiste en ser pacientes y permanecer; después de todo, parece que obtendremos esa paz y libertad tan esperadas, las cuales pueden llegar, no propiamente con el descanso eterno.


Seguimos con Carnage (2021), este álbum retoma conceptos del anterior, añadiendo múltiples cuestionamientos hacia deidades y su nula respuesta sobre el sentido que tiene nuestra existencia, así como el motivo y la temporalidad del dolor que guardamos, mientras, expone el despojo de la llamada humanidad que tanto reclamamos tener. De poco en poco, nos rompemos, recordamos y nos reconstruimos en un camino que lleva cambios, extrañeza en nosotros, confrontación, calma e interrogatorios de eventos como la muerte, pero esta vez, con la espera de un reino prometido y el descanso que no requiere ser inmediato.

Tenemos la última pieza de esta transgresión en nosotros mismos: Balcony Man, nos habla de lo ordinario que, desde otra mirada, puede contener belleza, encontramos esto aun cuando parece imposible, cuando todo nos lleva a quedarnos en cama, pero seguimos curiosos por conocer diferentes significados escondidos en los rincones de nuestra cotidianidad.


Esta presentación en vivo tiene puntos que resaltan, como Bright Horses, con Ellis en el piano y esa voz tan hermosa que suena en el fondo. En Ghosteen hay una explosión de luces y un Cave sumergido en la oscuridad. Con White Elephant se da una integración a partir de la música de Ellis y la voz de Cave, siendo una de las mejores interpretaciones. En Lavender Fields sentimos una convivencia que va más allá de la música. Finalmente, aún no me atrevo a describir la hermosura que capta la cámara en Balcony Man, pero me obsequió un sentimiento de compañía para el mismo Cave y una pertenencia a esta canción.

La música de Cave, para mí, explora sitios muy oscuros en nosotros, donde surgen cuestionamientos inagotables, ese sentir que evoca la pérdida, una inevitable y marcada soledad aunada a un deseo lastimero por dejar de ser o estar, pero de poco en poco, se encuentran esos destellos de belleza en lo presente; la soledad persiste, mientras recordamos que no es mala ni es eterna. Al final, parece necesario abrazar este dolor para regresar repentinamente y pensar que está bien seguir aquí, por ahora. Nos lleva a distintas historias, nos muestra una variedad de experiencias con las cuales podemos comulgar o que, tal vez, nos parecerán ajenas, pero podemos comprenderlas en esta intención de compartir el arte y recibirle en su presentación de refugio para nosotros.


Este encuentro no fue la excepción a todo esto que sólo Nick Cave puede causar y que provocó nuevamente con estas creaciones tan recientes en compañía de Warren Ellis. Por otro lado, este documental da la oportunidad perfecta para acercarse aún más al trabajo de Ellis, verlo como estelar en el escenario y no sólo como un segundo de Cave. 

El cine, en este caso, viene a ser un expositor hermoso sobre la música, su invención y la conexión que genera con nosotros. This Much I Know To Be True nos regala una nueva mirada a estos genios y da otro sentido a la experiencia previa con cada álbum. Si llegaste aquí como recién explorador del trabajo de Cave y Ellis, te invito a seguir adentrándote a sus narrativas y la música tan preciosa que han creado o que seguramente nos seguirán obsequiando. Sigamos descubriendo la música a través del cine y permitiendo al cine ser narrador de estas voces.*


Título original: This Much I Know To Be True 
Año: 2022 Duración: 105 min 
Dirección: Andrew Dominik País: Reino Unido 
Música: Nick Cave, Warren Ellis Reparto: Nick Cave, Warren Ellis, Marianne Faithfull, Earl Cave, Andrew Dominik 
Fotografía: Robbie Ryan.

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