Mulholland Drive, 20 años de sueños, misterios y secretos.

El mundo es un lugar extraño, repiten los personajes de Blue Velvet. Si el mundo, nuestra realidad, es extraña, ¿Por qué queremos películas que no lo sean?

Mulholland Drive (2001) es la novena y penúltima película de David Lynch, segunda de la trilogía de Hollywood, una de sus más fascinantes obras.

Betty (Naomi Watts) llega a Los Angeles para probar suerte como actriz, al llegar a su casa se encuentra con Ritta (Laura Elena Harring), quien después de un accidente pierde la memoria y se oculta en la casa de la tía de Betty. ¿Importa la historia? Tal vez no.

Si usamos la lógica, la película es una pesadilla de Betty, quien siente culpa al mandar matar a Rita después de haber terminado su relación. La narración podría ser eso, incluso la traducción del título al español Sueños, misterios y secretos, se pone del lado de esta interpretación.

Pero, a veces el cine no tiene que usar lógica, o al menos su gramática no. El lenguaje audiovisual se compone de imágenes y sonidos, llegando a ser sensorial. Disfrutamos con la mirada y nos exaltamos con lo que escuchamos.

Desde su ópera prima, Eraserhead (1977),  Lynch se ha preocupado más por causarnos un impacto a través de la plástica, que por la anécdota. Podemos encontrar significados, si queremos, en su filmografía, pero ninguna de nuestras interpretaciones importa, al menos para Lynch, porque, tal vez ni él mismo sepa si existe una polisemia en una oreja amputada, un caballo en medio de una sala, una llave azul o un vagabundo apareciendo sorpresivamente.

Lynch perfeccionó esto en 1990 con Twin Peaks, revolucionando la manera de hacer televisión y darles el giro a géneros ya existentes como el policiaco, la soap opera y la ciencia ficción. Sus narraciones pertenecen a un momento de la historia del cine cuando lo que Lipovetsky llama imagen-exceso, donde colores y ruidos se superponen a las palabras.

Probablemente la clave (si existe una) para comprender (si es que se debe) Mulholland Drive es la famosa secuencia en el bar Silencio. Un momento climático (¿Existe una estructura narrativa?) cuando las protagonistas se sientan y observan una especie de presentador de circo que dice “no hay banda, sin embargo, la escuchamos”, luego un hombre aparece tocando una trompeta, y levanta las manos, pero seguimos escuchando el instrumento.

Si queremos escuchamos la trompeta, si queremos, Mulholland Drive es un noir. Si queremos, es surrealista. Si queremos la película es un sueño. Y al final, la película no es real, es extraña porque es una ficción. Queremos que sea real y verosímil, pero solo son luces y ondas saliendo de una pantalla.

Como espectadores esperamos una historia. Ir de un punto A, luego uno B, y al final el C. Pero David Lynch sabe que el potencial de las fotografías en movimiento puede ir más lejos.

Somos Betty convulsionándonos al ver como Betty se mete un balazo. ¿Fue por culpa? No lo sabemos, pero sabemos que estamos viendo una película, una película extraña que es parte de un mundo extraño, que ya en 2001 cobraba cuenta de los estragos del posmodernismo en el arte. Mulholland Drive inaugura el siglo XXI, y al mismo tiempo, augura como se ve y hace cine; ya no importa la historia, importa cómo nos hacen sentir.*



Título original: Mulholland Drive
Año: 2001
Duración: 147 min.
País: Estados Unidos
Dirección: David Lynch
Guion: David Lynch
Música: Angelo Badalamenti
Fotografía: Peter Deming
Reparto: Naomi Watts, Laura Elena Harring, Justin Theroux, Ann Miller, Robert Forster, Brent Briscoe, Jeannie Bates, Melissa George, Dan Hedaya, Lori Heuring, Billy Ray Cyrus, Rena Riffel, Katharine Towne, Bonnie Aarons.

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